—Te marchas...
Sentí que mi corazón se encogía lentamente.
—Entonces te vas ¿verdad?
—Sí... y lo nuestro será un recuerdo maravilloso... Para ti y para mí.
Yo tenia un aspecto especialmente miserable, y eso le molestaba.
—Vamos, sonrie!
—Yo no quiero recuerdos... Quiero quedarme contigo.
—¡Vamos, vamos! No dramatices... Ha sido algo muy bonito... No lo estropees.
Cuando oí esas palabras fue como si saltase al vacío, como si cayese, cayese y buscase un árbol, una raíz a la que agarrarme, se va a marchar, se va a marchar y yo me voy a quedar.
¿Y mi futuro?
Porque él se va y no siente tristeza alguna, ningún desgarro.
—Venga! —repitió, molesto. -Parecia que cometia una terrible falta de buen gusto.-
Se marchó y yo me quedé allí como una idiota, los ojos empañados en lágrimas.
Le vi marcharse.
Era como si todo lo que habíamos vivido, no hubiesen existido nunca.
Él pasaba página, pasaba a otra cosa.
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