
Ninguno de los dos sabe nadar.
Estas en la cubierta de un buque, charlando amigablemente con la mujer del capital.
De pronto, cede la barandilla y caeis al agua los dos.
Unes entonces tus labios a los suyos, como que la besaras.
Nos os entrara asi agua en los pulmones a ninguno de los dos y, al aspirar tu el oxigeno de los pulmones de ella y ella el de los tuyos, podreis resistir hasta que bajen los socorros y lleguen a vosotros, os devuelvan a la cubierta y el capitan os abraze muy fuerte a los dos porque os habeis salvado mutuamente con aquel beso.
Julio Ceron
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